El Informe sobre Desarrollo Humano 2020, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realiza una comparativa o ranking sobre el grado de progreso de los distintos países del mundo en términos de calidad de vida. Este forma parte de una serie de informes publicados por la entidad desde 1990 que ofrecen un análisis sobre el desarrollo humano mundial.

Estos informes se basan en los datos extraídos del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el indicador que mide los logros y el grado de progreso de los países en términos de calidad de vida humana -más allá del valor de mercado de bienes y servicios finales-, centrándose en aspectos como los efectos de la reducción de la mortalidad, la mejora de la salud, los años de escolarización y otras preocupaciones humanas elementales combinadas de forma agregada. El IDH supuso, en su momento, una nueva forma de medir el progreso más allá de los indicadores puramente económicos, incluyendo estas nuevas variables relacionadas también con aspectos como la salud o la educación.

El Informe sobre Desarrollo Humano de este año ha querido incluir un nuevo componente en el análisis: indicadores relacionados con el impacto de cada país sobre el medio ambiente. Esto se debe al momento sin precedentes en que nos encontramos de la historia de la humanidad y del planeta en el que parece que, por primera vez, el planeta ya no influye en los seres humanos, sino a la inversa. En este sentido, el estudio parte de la premisa científica de que entramos en una nueva era geológica, el Antropoceno -o Edad de los Seres Humanos-, caracterizada por la influencia del ser humano sobre la Tierra y definida por las elecciones humanas, en la que el riesgo dominante para nuestra supervivencia es nuestra propia especie. Dadas las crisis que subyacen a esta nueva era, el mismo propone “aventurarnos en nuevos caminos tratando de proseguir con el desarrollo humano, pero aliviando las presiones planetarias”.

El Informe sobre el Desarrollo Humano 2020 ajustado por las presiones planetarias intenta ofrecer una explicación y un reflejo de la interacción de los seres humanos con el planeta, en el marco de una era en la que las decisiones y elecciones humanas tienen una influencia directa sobre la Tierra

La primera parte del Informe propone la reconsideración de la trayectoria humana y de nuestro modo de vida, debido, principalmente, a la existencia de esos desequilibrios planetarios y sociales sin precedentes, que se influencian recíprocamente. Ejemplos de estos son la pandemia de la Covid-19, pero también crisis preexistentes como la pérdida de biodiversidad planetaria, la movilidad social o el retroceso democrático.

En segundo lugar, este Informe analiza los diversos caminos que pueden seguir nuestras sociedades desde la perspectiva del desarrollo humano, y ofrece una nueva visión de las soluciones que se pueden dar a las crisis existentes, crisis que no son problemas directos y con un único enfoque, sino que se caracterizan por ser multidimensionales, interconectadas y globalizadas. En este sentido, el informe proporciona tres mecanismos de cambio: las normas sociales, los incentivos para cambiar y las soluciones basadas en la naturaleza.

El Informe destaca que las normas sociales son determinantes en las actuaciones humanas, influyendo y moldeando las elecciones y acciones de personas –y con ellas de empresas, organismos, sociedades-, por lo que son un mecanismo de cambio esencial. Por su parte, los distintos incentivos para cambiar tienen un gran peso a la hora de decidir lo que alguien produce, vende y/o compra, o en lo que los distintos agentes invierten o cooperan. Los patrones de consumo, producción o inversión, entre otros, explican a su vez distintas presiones planetarias existentes, pudiendo también ayudar a aliviarlas. Por último, el Informe propone como tercer mecanismo de cambio las soluciones basadas en la naturaleza, equitativas, innovadoras y de gestión, que puedan proteger y ayudar a gestionar los ecosistemas de manera sostenible, a la vez que promueven el bienestar y el desarrollo. En este sentido, se le da especial importancia a la participación de comunidades locales, resaltando el impacto a escala mundial de decisiones o acciones a escala local.

La idea que subyace a esto es que, ya sea de forma consciente o no, han sido las decisiones humanas, moldeadas por nuestros valores e instituciones, las que han dado lugar a los desequilibrios planetarios y sociales que enfrentamos, por lo que se hace necesario un análisis crítico de esos mismos valores e instituciones si queremos lograr el desarrollo humano sostenible y la aceleración de la implantación de la Agenda 2030.

En su tercera parte, “Explorar nuevos parámetros”, el Informe sobre Desarrollo Humano 2020 introduce un nuevo cuadro de indicadores sobre el desarrollo humano y el Antropoceno, así como nuevos parámetros que consideran aspectos tales como el impacto o coste social del carbono o la riqueza natural, explicando la interacción de los seres humanos con el planeta. Este apartado ajusta el Índice de Desarrollo Humano (IDH) a las presiones planetarias existentes, reflejando la presión que ejerce cada país sobre el planeta.

El ranking del IDH 2020 ha cambiado al introducir, por primera vez en el mismo, dimensiones ambientales y de sostenibilidad, relacionadas con el impacto ambiental de los países sobre el planeta.

El IDH ajustado por las presiones planetarias (IDHP) implica que a medida que la presión que un país ejerce sobre el planeta aumente, el IDHP será menor que el IDH, mientras que si el país no ejerce presión alguna sobre el planeta ambos índices serán iguales. Este índice se introduce en el informe de forma experimental, como propuesta de una nueva medición dinámica del Desarrollo Humano, utilizando indicadores de emisiones de gases de efecto invernadero, dióxido de carbono per cápita y huella material per cápita.

Países como Noruega o Islandia, que ocupan los puestos 1 y 4 respectivamente en el IDH siguiendo los parámetros tradicionales, bajan 15 y 26 puestos cuando el IDH es ajustado a las presiones planetarias. Sin embargo, países como Colombia, México o Costa Rica avanzan entre 2 y 30 posiciones al aplicar los nuevos medidores del IDHP. Lo que se observa con claridad en este nuevo índice es que los países que se sitúan en el extremo inferior de la escala no muestran una gran diferencia al aplicar este ajuste, mientras que en aquellos que tienen un desarrollo humano muy alto el impacto tiende a ser bastante elevado. Un reflejo de esto es cómo, al aplicar el IDHP, naciones que tienen un desarrollo humano alto o medio pero que explotan menos el planeta suben en la lista, en especial países de la región de América Latina y el Caribe.

En palabras de Achim Steiner, Administrador del PNUD, “tal y como revela este Informe, ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta. Sin embargo, podemos ser la primera generación en corregir el rumbo. Esa es la próxima frontera del desarrollo humano”. Por eso, el propósito de la introducción de estos nuevos ajustes es compartir las posibilidades que existen de lograr altos valores del IDH mediante la reducción de las emisiones y la utilización de recursos.

En definitiva, este análisis va más allá de un relato de figuras y datos, ya que propone el camino hacia algo nuevo, que se aleja de la vuelta a la “normalidad” a la que algunos apelan y se aventura hacia lo incierto, aspirando con ello a ampliar las libertades humanas y a aliviar las presiones planetarias.

“Si abordamos la desigualdad, sacamos el máximo provecho a las innovaciones, y trabajamos con la naturaleza, el desarrollo humano puede dar un paso transformativo que ayude tanto a las personas como al planeta.”
Pedro Conceição, Director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.

“En esta nueva y agitada época—la época de los seres humanos—, nuestra especie y solo ella tiene el poder de reimaginar y reconstruir el mundo en que vivimos, de optar por la justicia y la sostenibilidad”, y el Informe de Desarrollo Humano 2020 persigue marcar el camino para ello. ¿Podríamos llegar a ser la primera generación que logre conseguir un alto nivel de desarrollo sin que lo sea a costa del planeta, redefiniendo el poder que ejercemos sobre el mismo? En nuestra mano está decidirlo.

 

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